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Estar embarazada es la bomba – Rojo Valentino

Estar embarazada es la bomba. De verdad, tal cual, así sin más (ni menos). Es un estado absolutamente diferente a todo lo que una mujer haya podido experimentar antes. Y lo es tanto en un sentido positivo como en un sentido menos positivo 😉

Antes de que alguien me crucifique yo misma dejaré claro que me siento muy madre desde el primer minuto que supe que estaba esperando a mi pequeñajo y que era uno de mis grandes sueños en esta vida. Verlo a punto de cumplirse no me puede hacer más feliz. Pero tampoco seré yo quien os muestre la versión más idealizada de esta etapa de mi vida; es preciosa, apasionante, única y también por qué no decirlo es incómoda a ratos, supone una revolución vital tremenda y te sientes continuamente subida a la mayor montaña rusa emocional que jamás hubiese imaginado.

Como estamos aquí para hablar de trapitos os diré que quedarse embarazada implica una serie de cambios físicos importantes; bueno, así es en la mayoría de los casos. Vamos a dejar de lado aquellos que todas conocemos de mujeres estupendísimas que a penas engordan en estos 9 meses y pueden mantener casi la misma talla a lo largo del proceso.Yo, aunque no puedo quejarme, no he pertenezco a este grupo de privilegiadas. De hecho suele ser el caso más común. Nuestros cuerpos cambian y lo hacen bastante rápido pero el cambio mental implica un esfuerzo, mucho apoyo y grandes dosis de paciencia. Por nuestra parte y por la de quienes nos rodean (benditos maridos y amigas sufridoras!)

Las primeras semanas trascurren entre síntomas varios: mareos, náuseas (sólo matutinas para las más afortunadas -no ha sido mi caso-) incluso vómitos. Tu cuerpo empieza a enviarte señales de cambio pero ¡ah! Tu barriga sigue en su sitio, y tu cuerpo se mantiene tal cual es. Así hasta el día, hasta el exacto momento, en el que te levantas, te miras al espejo y alucinas en colores: tus pechos han aumentado exponencialmente (al principio y para quienes no hemos tenido nunca mucho es como “¡milagro, milagro!”) y tus caderas han decido también hacerlo (esto ya no mola tanto, para qué engañarnos). 

Aunque aun es pronto para dirigirte a la sección premamá,  incluso sólo si fueses a por unos jeans o pantalones con goma para empezar, por donde sí tienes que pasarte es por la corsetería para hacerte con nuevas piezas que sujeten todo lo que ahora hay que sujetar. Me atrevería a decir que, en los últimos meses, he visitado esta sección más que en los últimos años. Antes de que la emoción os invada, siento arrebataros de un plumazo la ilusión pero, tal y como me comentan las madres expertas, “tal y como vienen, tras el parto y la lactancia, ¡se van!” Así que mi primer consejo está claro: no os vengáis arriba gastando fortunas en conjuntos de ropa interior en este tiempo porque muy probablemente, la ilusión de dos o tres tallas más se esfume y os toque volver a asumir “lo que hay” 😉

¿Os sentís identificadas con esta situación? ¿Cuáles fueron vuestras primeras sensaciones al enteraros que estabais embarazadas? ¿Fueron estos que os describo vuestro primero cambios físicos? 

Espero que os puedan servir de ayuda y que os haya resultado interesante o por lo menos entretenido este post.

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